samedi 31 octobre 2009

El flamenco como denominacion de origen ( par Alfredo Grimaldos )


Las más desgarradas canciones de Manuel Alejandro, los boleros y los dulzones aires de ida y vuelta de las colombianas nunca encontrarán un eco con tanto duende como el de Bernarda para acomodarse al exigente y embriagador compás de las bulerías. La menor de las niñas de Utrera ha hecho, desde siempre, auténticas diabluras con músicas populares no flamencas, para dotarlas de una jondura que hacía perder la cabeza al payo más frío. Incluso el tema central de la banda sonora de Johnny Guitar se agitanó, de forma absolutamente sorprendente, en la garganta de Bernarda de Utrera. Todo lo que ella fagocitaba se convertía en oro flamenco, y eso sólo está reservado para figuras muy grandes de este arte, que vive ya una época completamente diferente de la que protagonizaron, junto a numerosas figuras que irradiaban una personalidad interpretativa absolutamente singular, las dos hermanas de Utrera, las únicas, Fernanda y Bernarda.
Bernarda Jiménez Peña, hija de José El de Aurora y la Chacha Inés, nació en el seno de una familia gitana de rancia tradición flamenca, en el número 20 de la calle Nueva de Utrera (Sevilla), el 3 de marzo de 1927. Era nieta de Pinini, un personaje fundamental en la genealogía del cante de principios del pasado siglo, vértice de importantes sagas flamencas de Utrera y Lebrija, y a quien se canta en numerosas letras populares: «La calle Nueva se ha alborotao, porque Pinini se ha emborrachao». Bernarda recreó de forma magistral un peculiar estilo de cantiñas que llevan el sello de su abuelo. Entre los más cercanos parientes de Fernanda y Bernarda se encuentran los Bacán, El Funi, los Perrate, Lebrijano, Pedro Peña y Dorantes, entre otros muchos artistas flamencos.

Desde niña mamó el arte jondo en su propia casa y, enseguida, los privilegiados ecos de Bernarda y de su hermana Fernanda fueron centro de atención especial de flamencos de todos los lugares. Corrió la voz de que aquellas criaturas eran algo fuera de serie y el hogar paterno se convirtió en un lugar de peregrinación por el que pasaron muchas figuras del momento.

El visitante más habitual de aquella casa era nada menos que Antonio Mairena, íntimo amigo de su padre, José Jiménez. «Yo lo único que hago es repetir, a mi manera, lo que he escuchado en reuniones familiares, porque en esas fiestas es donde he aprendido todo lo que sé», nos decía Bernarda, con motivo de la reciente reedición de uno de los primeros discos que grabaron ella y su hermana. Junto a ella estaba, en ese momento, uno de los principales soportes que ha tenido durante los últimos años la venerable cantaora: el guitarrista Antonio Moya. «Mi padre no quería que Fernanda y yo fuéramos artistas», recordaba. «Le gustaba que cantásemos en casa, no fuera».

Pero, inevitablemente, la fama de las niñas se iba extendiendo, y cada vez resultaba más difícil rechazar las múltiples ofertas que recibían para dar el salto a la profesionalidad. En 1952, el cine llamó a su puerta y Edgar Neville consiguió que su padre las dejara participar en la película Duende y misterio del flamenco.

En 1957, gracias a los buenos oficios de Antonio Mairena, Fernanda y Bernarda llegaron a Madrid, al legendario tablao Zambra, y grabaron su primer disco, Sevilla, cuna del cante flamenco. Más tarde pasarían al Corral de la Morería, convertidas en incontestables figuras. Después vendrían los contratos para trabajar en Torres Bermejas y Las Brujas. Era la edad dorada de los tablaos de la capital. Aquí, las dos hermanas compartieron mil noches de arte con los Habichuela, Camarón, Paco de Lucía, Rancapino, Bambino y todos los grandes.

En 1964, Fernanda y Bernarda actuaron en el Pabellón Español de la Feria Mundial de Nueva York. El padre de las cantaoras ya había fallecido y su madre fue más fácil de convencer. Ellas relataron muchas veces una anécdota relacionada con aquel viaje: «Nuestra madre se enteró de lo de la feria y debió de creer que era como la de Utrera o la de Sevilla. 'He pensado que os podéis llevar un poquito de harina para haceros calentitos [churros]', nos dijo, y así estáis distraídas la dos. ¡Como si allí hubiera aceite de oliva!».

Las dos hermanas nunca se acostumbraron a la vida en la gran ciudad ni al trajín de los viajes. Residir fuera de su Utrera natal era poco menos que una condena, así que, a principios de los años 70, cuando se produjo la eclosión de los festivales flamencos veraniegos, decidieron volverse a su tierra. Hace tres años se apagó la soleá de Fernanda. Y ahora, el compás por bulerías de Bernarda.

Bernarda de Utrera, cantaora, nació el 3 de marzo de 1927 en Utrera (Sevilla), ciudad donde murió el 28 de octubre de 2009.

Alfredo Grimaldos

obituario ( obituaire, en désuétude chez nous, en tout cas chez moi, document écrit suite à un décés dans ce cas, messe des morts en général )paru dans le journal El Mundo.

gracias a alfredo por escribir y al coronel por transmitir.

3 commentaires:

El Coronel a dit…

Salud y gracias Ludo.
Pasare la informacion.

el chulo a dit…
Ce commentaire a été supprimé par un administrateur du blog.
Ludovic Pautier a dit…

chulo, j'ai fait un copié-collé de ton message pour le basculer sur "le ciego n'aime pas les gens" et en même temps j'ai fait les manips pour qu'on puisse laisser des commentaires sans avoir à faire cinquante salamalecs.
un abrazo

ludo